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Los orígenes de la fiesta se pierden entre la historia y la leyenda. Según la tradición, estando sitiada la fortaleza templaria de Caravaca por los moros granadinos, hacia 1250, y necesitando los moradores agua para abastecerse, ya que los aljibes estaban exhaustos, un grupo de caballeros templarios atravesaron el sitio musulmán, con el consiguiente riesgo que ello entrañaba.
Al no poder conseguir agua en el Campillo de los Caballeros, cargaron vino en pellejos a lomo de sus corceles. Volvieron velozmente y con una espectacular carrera burlaron el cerco enemigo para llevar el líquido a los defensores del Castillo, donde ya se guardaba, desde 1231, la Reliquia de la Santa Cruz.
Al llegar fueron recibidos con alborozo, ofreciendo y ataviando las mujeres a los mozos y a los caballos con ricos mantos bordados y ramilletes de flores, considerándolos, de esta forma, héroes y salvadores de la situación.
Desde la Edad Media, con más o menos esplendor, según las épocas, se viene celebrando anualmente la efeméride. Sin embargo es en el siglo XVIII, en pleno Barroco, cuando la fiesta comienza a configurarse como tal, y durante el Romanticismo cuando alcanza la estructura lúdica que hoy tiene.
En 1959 se realizó la renovación de las fiestas, dado que tras la Guerra Civil entraron en un período de decadencia. Se crearon grupos de moros y cristianos, se estructuraron los primeros desfiles y se empezaron a crear muchas de las peñas que actualmente participan en las fiestas.
En el caso de los caballos del vino, los mantos en comenzaron elaborándose con colchas de cama de los ajuares de las novias o con mantones de manila de las novias, madres o hermanas de los componentes de las peñas.
Posteriormente comenzaron a bordarse los mantos con oro y seda hasta llegar a la actualidad, donde un manto puede llegar a costar miles de euros y tarda en elaborarse prácticamente un año. El trabajo de bordadoras y de diseñadores de mantos está muy reconocido en la ciudad. wikipedia.

[Redazione Giornalisti Equestri]